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El monasterio de San Salvador de Serué

Díez Arranz, Fe...

Serué abre la Val de Aquilué. Destaca la casa de los Abarca, situada en un suave promontorio que domina el valle, con enhiestos y altísimos pinos a su alrededor.
Hay dos cruceros. Uno en la salida hacia Escusaguat, otro hacia el este. También una fuente de buenas aguas. Tanto los cruceros como la fuente son del siglo XVIII. Los primeros fueron retocados por las vanguardias artísticas de la Guerra Civil y la segunda, aunque mantiene la verticalidad, padece un crónico abandono.
Suele dar la bienvenida al visitante Don Pablo Ferrer, anfitrión de templada conversación y fino humor, que pasa sus días al cuidado de un pequeño rebaño, observando el paso de los vehículos que por aquella maltrecha carretera se aventuran.
Al hacerle saber el motivo de nuestra visita, su respuesta no se hizo esperar. Evidentemente la pregunta fue si conocía la existencia de algún campo, ruina o edificio que llevara el nombre de San Salvador. No podía alegar ignorancia pues la sierra que cierra el valle por la derecha lleva este nombre. Lejos de ello, sus palabras fueron precisas.
En la cima de aquellos montes quedan restos de una ermita a la que subían de romería los pueblos de Layés y Serué.
Movidos por la curiosidad comenzamos el ascenso previas indicaciones y consejos de nuestro guía que aseguraba saber ciertamente el lugar, aunque solo había estado allí unas pocas veces.
Para acceder al monasterio hay que seguir una pista hecha con motivo de las prospecciones petrolíferas en la zona hace algunos años. Marca el desvío el crucero de los Usieto.
Los primeros tramos de la ascensión son suaves llegando al poco a un campo recién trabajado. A partir de allí comienza una pendiente más pronunciada siempre a la par de un barranco donde las ranas cantan frenéticas tanto en las horas de sol como en las de umbría, siendo ajenas a las visitas de los forasteros.
El acceso está casi cubierto por la maleza adivinándose el trazado por las cunetas descarnadas que todavía subsisten.
Al coronar el primer "tozal" se ve la "caseta de las brujas" paralela al mismo. Es un buen lugar para tomar un descanso y admirar el pueblo y el valle que ya quedan ahí abajo.
Un segundo reposo en otro rellano similar al anterior regala una panorámica impresionante observando el discurrir de los automóviles por la carretera que accede al puerto de Monrepós.
Otro esfuerzo y ya estamos arriba coronando la sierra. Total, unos treinta y cinco minutos a un ritmo sin agobios.
Una vez en la cima hay que recordar las indicaciones recibidas al momento de la partida pues se pierde la referencia del pueblo de Serué y hay que tomar la de Layés, que se encuentra al otro lado del monte. Siguiendo la divisoria de los dos términos se llega a un falso llano bien provisto de maleza y sobre la hierba, las primeras piedras. Nuestra búsqueda ha concluido.
En cierto manual, al tratar la voz Serué, se menciona la iglesia parroquial dedicada a San Julián y otra también de San Salvador sin especificar localización. También cita que su existencia era segura en el siglo XI. 1
Ubieto Arteta se refiere igualmente a ellas, pero es como si las dos iglesias se encontraran en el mismo pueblo o muy cerca. 2
La duda se disipó cuando el padre Marton habla de ciertos monasterios de monjes y monjas durante la invasión musulmana. Cita a San Salvador de Serué junto con otros, aportando un valioso dato al decir que todos ellos estaban derruidos a mediados del XVIII subsistiendo en algunos las iglesias hechas tugurios. 3
Este esclarecedor relato viene avalado por las relaciones de bienes del monasterio de San Juan de la Peña. Ana Isabel Lapeña aporta tres listados: Uno de 1179, otro de 1245 y un tercero del siglo XVII, el realizado por el abad Briz Martínez mencionando un buen número de posesiones que el monasterio había tenido en épocas anteriores. Concretamente el de Serué aparece nombrado por él como monasterio. 4 De la existencia del mismo no hay dudas aunque no fue nunca priorato ni alcanzó una mediana relevancia.
Es el monasterio que cierra al Serrablo por el sur dominando con la mirada una gran extensión del cauce del río Gállego al norte. Al oeste, el inicio de la Guarguera y al este alcanza la pardina de Buesa. Al sur, el paso de Monrepós, enfrente de la pardina de Santa Rufina.
Actualmente su importancia radica en sus ruinas. La lejanía de cualquier núcleo habitado le ha propiciado un saludable abandono que permite hacer un estudio de la planta del edificio, cosa que hasta ahora era realmente imposible en los otros monasterios ya localizados y estudiados. Se aprecian a simple vista dos edificios formando una L.
El edificio con orientación E-W abre una puerta por la cara sur. En la otra nave no quedan restos de entrada alguna. Las paredes tienen el grosor establecido para la gran mayoría de edificios medievales que van desde 0,75 a 0,80 cm, realizadas en sillarejo de buena factura por la caravista, disponiendo dos hileras con algo de relleno en medio.
De no proceder a realizar una investigación más a fondo se desprende:

  • Que los restos del edificio con orientación E-W no presentan modificación interior correspondiendo seguramente a una nave sin tabiques destinada a fines que por ahora desconocemos.
  • Que en cambio, la nave con orientación N-S presenta en su cara septentrional un doble muro que por su aspecto podría ser el testero de la iglesia del cenobio.
  • Que no se aprecia ninguna disposición semicircular del muro en ninguno de los paramentos por lo que el testero sería recto.
  • Que los escombros están cubiertos y entremezclados con una capa considerable de tierra por lo que el edificio ha permanecido sin alteraciones durante siglos.
  • Que por su emplazamiento debe ser considerado un castillo-abadía donde se localizaría una pequeña guarnición de monjes dedicados a labores de alistamiento de posibles enemigos.

La concepción que de estos monasterios se tiene hasta la fecha de centros religioso-administrativos para evangelizar hay que ponerla en duda. En primer lugar porque están instalados en posiciones estratégicas desde donde se dominan pasos de montaña.
En segundo lugar porque están al mismo tiempo resguardados para ver y no ser vistos. Y en tercer lugar porque ocupan nominalmente zonas pobres, a veces extremas, en las cuales difícilmente podrían sacar el sustento para una mínima comunidad sin ayuda exterior.
Hay que empezar a pensar que estas guarniciones de monjes-soldados serían apoyados por gentes de los caseríos limítrofes mientras se cernía el peligro de la invasión mora entre los siglos VIII y X. Cuando cesó esta amenaza fueron abandonados engulléndolos San Juan de la Peña con las rentas que cobraban para la subsistencia. Una vez desaparecidas las amenazas quedaron desiertos trasladándose las comunidades a lugares más idóneos para la vida humana.
Transformado este antiguo monasterio defensivo por gracia real en San Juan de la Peña se convirtió en un símbolo cuya importancia estaba en el recuerdo de la resistencia ofrecida en aquellos angustiosos tiempos.

 

Los Abarca, señores de Serué

Broto Aparicio,...

 

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Los de la Casa de los Abarca, según el "Nobiliario de Aragón" de Pedro Garcés de Cariñena, escrito en 1397, "fueron ricoshombres en el tiempo antiguo e de linaxe real". Algunos relatos legendarios remontan su origen a los inicios del Condado de Aragón y la Crónica de San Juan de la Peña refiere que en el siglo IX, cuando doña Oneca, viuda de Sancho Iñiguez de Navarra, se hallaba en el Valle de Aibar, sufrió un ataque de los árabes, quienes mataron a todos los miembros de su familia y a ella de una lanzada en el vientre: a poco, un noble aragonés, al contemplar los cadáveres, vio que asomaba la mano de un niño por la herida sufrida por la reina, y lo sacó a la vida, y así luego llegó a reinar durante veintiocho años, muriendo en el año 925. Descendientes por varonía legítima del Rey Sancho Garcés II, según afirman las crónicas y privilegios familiares, ya en 1130 fue otorgado el título de Barón de Gavín a don Lope Abarca, Noble de Aragón y Señor de Jaca. Los Abarca fundaron el castillo de Sancho Abarca, cerca de Tauste, y desde 1135 a 1149, Rodrigo Abarca era Tenente en Funes, Valtierra, Monzón y Zaragoza. Según Gómez de Valenzuela, del año 1283 es el primer documento en que este linaje aparece como titular del señorío de Gavín referente a la capitulación matrimonial de Alonso de Abarca y Bergua, hijo de Sancho y Violante, con Juana Bolea y Atrosillo. La Baronía y Honor de Gavín llegó a comprender, en el tiempo, varios lugares, además del titular, de aquella comarca, como fueron los de Yésero, Orós Alto y Bajo, Oliván, Lárrede, Casbas. Berbusa, Susín, Barbenuta, Aynielle, Sasal, Navasa y diversas pardinas, sobre los que los Abarca ejercían el pleno dominio, mero y mixto imperio y jurisdicción civil y criminal, esta última, a veces, discutida por la autoridad real y los vasallo.

 

Del tronco principal de los Abarca, Barones de Gavín, mediante enlaces, se fueron desgajando varias ramas, como la de Jaca, que señoreó Navasa y diversos lugares en la Garcipollera (Acín, Bergosa y Larrosa), luego afincados en Sádaba, de los que Sancho Abarca de Herrera obtuvo el título de Conde de Larrosa; la instalada en la Pardina de Santa Eugenia, en el Valle de Broto; la propietaria de Bergua y Jánovas, en la Ribera de Fiscal; la de los de Huesca, Señores de Serué, en la Guarguera (San Vicente, Bailín, Alavés, Escusaguat, Villasegura, Monte de Murillo y otros); la de los Abarca de Bolea, Barones de Siétamo y Marqueses de Torres, originada por el matrimonio de Alonso Abarca con Juana Martínez de Bolea a finales del siglo XIII; y otras en Panticosa, Bandaliés, Sarvisé y Senegüé, Escalona, Almudévar, etcétera, en nuestra provincia, así como en Maella y Mediana (éstos ganaron Salva en 1742) en Zaragoza y otros en Santander, Salamanca y Toledo, en el resto de España.

La rama de los Abarca llamados de Huesca, Señores de Serué, descendía de don Lope Abarca, XI Señor de la Baronía de Gavín a finales del siglo XIV, y de manera directa de su hijo segundo llamado

-RODRIGO ABARCA, marido de Violante de Gurrea, residente en Biescas, al que siguió

-JUAN ABARCA Y GURREA. Adquirió en 1494 el Señorío sito en el Valle de Aquilué -Serué, San Vicente, Alavés- de su primo Juan Abarca, de Jaca, mediante permuta de los predios que poseían en la Garcipollera, procedentes de los Acín. La línea genealógica continuó en:

-ANTONIO ABARCA SANMARTÍN, bisnieto del citado Rodrigo, nombrado por Felipe II en 11 de abril de 1565 Justicia vitalicio de Biescas. Casó en 1540 con la oscense Isabel López de Orna y Cabañas, heredera del casal de sus padres -parte de su dote matrimonial- en la ciudad de Huesca, confrontante con la carretera de la Caridad, callizo sin salida y muro de piedra (muralla) (actual calle de Sancho Abarca, 13). Le nacieron dos hijos: Juan -que pasó a residir a Sádaba y fue ilustre humanista, citado por Ustarroz en el "Aganipe de los Cisnes Aragoneses". En 1570 nació en Biescas Juan Abarca Vizcarra, que ingresó en 1593 como Colegial del Mayor e Imperial de Santiago de Huesca y se graduó en Leyes en la Universidad Sertoriana.

-LORENZO ABARCA Y LÓPEZ DE ORNA. Diputado del Reino, Almutazaf, Justicia y Prior de Jurados de la ciudad de Huesca. En 1574, por procuradores, tomó posesión de Serué y la pardina de Villasegura, y personalmente en 1615 de San Vicente. Casó en 1580 con Isabel de Ena y Cappa, de las ilustres familias de los Ena, Señores de Torre Bail y de los Cappa, linaje palermitano, cuyos miembros vinieron desde Sicilia acompañando al Obispo oscense don Juan de Aragón. Intervino como Alférez en la Compañía formada por el capitán Juan de Monpahón en ocasión de la invasión del Pirineo por parte de los luteranos franceses, en cuyas luchas tuvo un heroico comportamiento especialmente en la defensa del paso de Santa Elena, sucesos que fueron relatados por él en una larga carta fechada en Biescas en 20 de febrero de 1592.

 

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-SANCHO ABARCA Y ENA. Contrajo nupcias primero, en 27 de mayo de 1607, con Isabel de Azcón y Queralt, hija de los señores de Casterner, de la que tuvo a Isabel, y la segunda con Victoria de Vilanova y de Queralt, de la que nacieron: Antonio (primogénito), Margarita (mujer de Manuel de Felices y Don Lope), Jacinta y Francisca (Religiosa en el Monasterio de Casbas). Don Sancho, se ocupaba del suministro de nieve a la ciudad de Huesca y en 4 de febrero de 1607 tomó posesión de los lugares de Serué, San Vicente y Alavés, en los que tenía plena jurisdicción y suprema y absoluta potestad sobre los vasallos, a cuyo efecto entró y salió de las casas, abrió y cerró puertas de ellas, arrancó matas y las arrojó en el monte, todo ello como signo de su poder señorial y recibió de los respectivos Concejos generales el reconocimiento y homenajes debidos, designando en los mismos actos los titulares de los oficios de Justicia, Jurados y Corredores públicos. En 1619 ganó, junto con su hermano Juan, Ejecutoría de nobleza, y murió en 1679. Creemos que, en memoria suya, se dio su nombre a la calle oscense -que aún lo lleva- donde está el que fue su casal.

 

 

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-ANTONIO ABARCA Y VILANOVA, Barón de Serué y San Vicente, Señor de Jánovas y del Palacio y Solar de los Bergua, de Fet, Formigales, Pallaruelo, Rañín, Aguascaldas, Escalona -y de Gavín, al extinguirse los de esta rama por muerte de Francisco de Abarca-, Carlán de Besians y Gistali. Con algunos soldados de caballería a sus expensas, sirvió en los ejércitos de Felipe IV en el sitio de Monzón y en diversos lugares limítrofes con Cataluña y fue célebre personaje en la vida cultural oscense del siglo XVII. Casó dos veces: una con Rafaela de Mur y Eril, hija de los Señores de Formigales y Pallaruelo, de la que no hubo descendencia, y otra con Teresa López-Fernández de Heredia, de la que nació una hija y heredera llamada María-Victoria. También tuvo a su hijo Tomás fuera del matrimonio, declarado Noble de Aragón en 1654, quien por su casamiento con Magdalena de Ager y Queralt, obtuvo el Señorío del lugar ribagorzano de Fet.

 

-MARÍA-VICTORIA ABARCA LÓPEZ-FERNÁNDEZ DE HEREDIA, bautizada en la Catedral de Huesca el 11 de octubre de 1670. Durante su minoría de edad fueron sus tutoras su tía Francisca Abarca y su pariente doña Ana Abarca de Bolea, ambas Religiosas del Real Convento de Nuestra Señora de Casbas. Otorgó capitulaciones matrimoniales en 11 de enero de 1695 con Antonio Blanco Godino, Gobernador militar de Aragón, hijo del Regente de la Real Cancillería, a quien el Rey Felipe V, en 6 de enero de 1703, concedió el título de Marqués de Villasegura -nombre de una pardina despoblada junto a Monrepós, en la provincia de Huesca, aportada por su mujer- y a ella le fue confirmada la Baronía de Gavín en 16 de marzo de 1706.

-ANTONIO BLANCO Y ABARCA, Médico, Regidor Perpetuo y Padre de Huérfanos de Zaragoza, casado con la oscense Francisca de Oña-San Juan y Felices -cuyas capitulaciones pactaron en 3 de septiembre de 1728-. Sus hijos Antonio y José Blanco y Oña fueron los tercero y cuarto sucesores en el Marquesado, muriendo sin descendientes, y este título lo ostentó, a partir de 1787, Mariana Blanco y Oña, quien al casar con Joaquín Ferrer y Tonda-Seeret, pasó a residir Rubielos (Teruel), donde nació el sexto titular Joaquín Ferrer y Blanco, extinguiéndose en el séptimo poseedor Joaquín Ferrer y Latorre, fallecido en 28 de mayo de 1871, habiendo nombrado como heredero a su sobrino Francisco Fuertes de Gilbert.

-MANUEL FUERTES DE GILBERT Y ROJO, nacido en Madrid el 3 de octubre de 1944, Barón de Gavín desde su rehabilitación en 17 de noviembre de 1981. Abogado, Caballero de Obediencia de la Soberana Orden de Malta, de Justicia de la S.O.M. Constantiniana de San Jorge, del Real Cuerpo Colegiado de la Nobleza de Madrid, de la Real Hermandad del Santo Cáliz-Cuerpo de la Nobleza Valenciana, de la Asociación de Hidalgos a Fuero de España, de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, de la Matritense de Heráldica y Genealogía y de las Artes y Ciencias de Cascaes. Casado con Margarita Rivera Rey D'Harcourt, nacida en Calamocha (Teruel), tiene dos hijos: Gonzalo y Beatriz.

 

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